La presencia de bacterias patógenas resistentes a antibióticos en la carne de pollo es diferente en función de la marca comercial y depende, algo esperable por otro lado, del uso que se ha hecho de los fármacos en el proceso de producción. Así lo explica un trabajo de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins, de Estados Unidos, en el que los investigadores han analizado la contaminación bacteriana de diferentes muestras compradas en los supermercados. El objetivo específico era evaluar la resistencia a las fluoroquinolonas en Campylobacter, patógeno responsable de unos 2,4 millones de intoxicaciones alimentarias anuales en aquel país.
En 2000, la FDA estadounidense (Food and Drug Administration) propuso la retirada de las fluoroquinolonas como tratamiento en las granjas avícolas, propuesta que topó con las objeciones legales de Bayer, una de las multinacionales que producen el fármaco. Más tarde, en 2002, dos de los mayores productores de pollo, Tyson Food y Purdue Farms, anunciaron que dejaban de usar estos antibióticos en sus granjas.
La resistencia a Campylobacter en pollos se ha incrementado tras la autorización de estos fármacos y su uso en alimentación animal Los resultados revelan que sí, y no precisamente en pequeñas cantidades. Según explican los investigadores en su artículo, que se acaba de publicar en la revista Environmental Health Perspectives, un alto porcentaje de los productos de las dos marcas comerciales el 43% y el 96%; no se especifica qué porcentaje corresponde a cada cual estaban contaminadas con cepas de Campylobacter resistentes a las fluoroquinolonas.
La excepción al fenómeno detectado es Suecia, donde las fluoroquinolonas se usan como primera opción para tratar a las aves en el caso de septicemia por E.coli. Sin embargo, los problemas clínicos son tan raros que apenas se usan. Algo similar le sucede a Noruega, que tiene porcentajes muy bajos de cepas resistentes a fluoroquinolonas (un 2,7% en aves; un 7% en humanos) en comparación con las cepas «importadas» aisladas en humanos (hasta un 60% son resistentes). Por el contrario, en Australia, donde el uso en animales de las fluoroquinolonas nunca se autorizó, no se ha aislado en humanos ninguna cepa de Campylobacter resistente en humanos.
El riesgo para la salud pública dependerá de la conjunción de varios factores. Por ejemplo, si las aves son tratadas en la fase final del ciclo de producción, poco tiempo antes del sacrificio, el riesgo de que entren en la cadena alimentaria un buen número de bacterias resistentes es elevado, aunque sólo estarían en algunos ejemplares concretos.Sin embargo, si las aves son tratadas mucho tiempo antes, a lo largo de todo el crecimiento, el proceso natural de selección hará que al final lleguen «muy probablemente» un número limitado de bacterias y cepas, pero éstas serán resistentes y habrán tenido tiempo suficiente para dispersarse a numerosas bandadas de aves.